Hay una presencia vital, concisa,
exacta en su belleza.
Una acogedora tierra,
seno de almíbar y sal,
isla de nácar suave.
Un extenso paisaje de calido sabor,
de superficie vibrante y sutil.
Y allí, un ánfora repleto de esencias,
Un extenso paisaje de calido sabor,
de superficie vibrante y sutil.
Y allí, un ánfora repleto de esencias,
un vientre de palabras y tinta
fecundado por el alma.
Hay una mujer que derrama
la existencia en cada verso.
Y una flor de terciopelo brillante,
desgranada su tristeza
tras el velo del jardín que mira al mar.
A Ogigia, mi reina.