No es pereza.
Es abandono, hijo
de la quietud exacta
del momento.
De la calma serena
que evapora sueños
e historias.
Del dulce instante
que evoca recuerdos
no vividos.
No es silencio.
Es el extracto invisible
de la luz dorada
de la tarde.
El aroma del vuelo
reposado y voluptuoso
de las nubes.
El tacto cálido del aire
que recorre la piel
y la eriza.
No es reposo.
Es el deseo adormecido
que obedece la tregua
y espera.
El rumor del latido
sosegado que traspasa
cada vena.
Porque sigo admirando la creación de Lord Frederick Leighton:
La belleza de Flaming June (enlace)