Leve
brillante y frágil como la gota
que tiene, al sol, su tiempo contado.
Con la suavidad del cristal pulido
por los años y el amor
y el uso.
Instante puro, nítido y fugaz
en el que se abren las puertas
permitiendo roces.
Con el sabor dulce del chocolate
clandestino
de la niñez perdurable
y eterna.
Con el poder de manejar
la máquina de predecir sonrisas
perfectas
azules.
(A la belleza de una pompa de jabón inolvidable)
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