Candente sonido, voz.
Abrigo y refugio
ante la solidez del hielo.
Roce en el silencio
que suaviza las aristas
y derriba el muro frío
del equívoco distante.
Luz en el yerro de la luz,
sustento del placer
y la fiel certidumbre.
Acógeme, eco, al extremo
del ovillo de Ariadna,
y troca en manantial fluido
la dureza de la escarcha.
El teléfono busca ventanas encendidas
en las calles desiertas.
en las calles desiertas.
Merece la pena (Luis García Montero)